Desinfoxícate: Curiosidad, Conocimiento y Vida Digital
“Desinfoxícate” es un episodio que reflexiona sobre el impacto de la sobrecarga informativa en la era digital.
Francisco Benavides, Sandra Mesinas y Carmen Benavides
8/29/20252 min read


En la era actual, la información es abundante, inmediata y accesible a tan solo un clic. Lo que antes implicaba largas visitas a bibliotecas, archivos o entrevistas presenciales, hoy se encuentra condensado en internet y las redes sociales. Sin embargo, esta abundancia trae consigo un fenómeno que afecta a millones de personas: la infoxicación. Desde pequeños, la curiosidad es el motor que impulsa la búsqueda de respuestas, la experimentación y el aprendizaje. Personajes históricos como Leonardo Da Vinci ya señalaban que la curiosidad es el primer paso hacia el conocimiento. Sin embargo, al crecer, muchas veces esta habilidad natural se ve reprimida por sistemas educativos rígidos o por la falta de hábitos de lectura e investigación. El verdadero valor de la información surge cuando se transforma en conocimiento, es decir, cuando no solo se acumulan datos, sino que se comprenden, analizan y aplican de manera crítica y reflexiva.
Dos conceptos ayudan a entender el contexto actual. La sociedad del conocimiento, popularizada por Peter Drucker en 1969, donde el conocimiento se convierte en el recurso esencial para generar riqueza y mejorar la calidad de vida. Y la sociedad de la información, descrita por Yoneji Masuda en 1980, donde la creación y distribución de datos se vuelven actividades centrales de la vida social y económica. Si bien estos términos suenan prometedores, la realidad es que la sobreabundancia de información no garantiza conocimiento. El reto radica en desarrollar pensamiento crítico para discernir lo verdadero de lo falso, lo relevante de lo superficial.
El consultor Alfons Cornellà acuñó en la década de 1990 el término infoxicación, que describe el estado de saturación informativa en el que una persona se siente incapaz de procesar datos de manera efectiva. Hoy, cada individuo está expuesto diariamente a miles de estímulos digitales, muchos de ellos irrelevantes o incluso engañosos. Las redes sociales y sus algoritmos amplifican este problema al priorizar lo sensacionalista o emocionalmente atractivo sobre lo verdaderamente útil o veraz. Como resultado, surgen consecuencias como la sobrecarga cognitiva, la desinformación y la polarización social.
La buena noticia es que existen caminos para enfrentar este fenómeno. Uno de ellos es la alfabetización digital y mediática, que consiste en aprender a evaluar críticamente las fuentes de información, distinguir entre hechos y opiniones y detectar sesgos o intereses ocultos. También está la curación de la información, que implica verificar la credibilidad de los autores, instituciones y plataformas, dando prioridad a fuentes con dominios confiables como .edu, .org o .gob. Otra estrategia es el uso consciente de la tecnología: programar momentos de desconexión, desactivar notificaciones y practicar la atención plena para evitar la dispersión constante. Finalmente, está el consumo selectivo: recordar que menos es más, priorizando la calidad sobre la cantidad y enfocándose solo en lo que aporta valor real.
El mensaje central es claro: no se trata de rechazar la tecnología ni de regresar al pasado, sino de reaprender a consumir información de manera consciente y estratégica. Investigar, cuestionar y leer con curiosidad puede transformar la infoxicación en conocimiento significativo. En última instancia, desinfoxicarse no significa desconectarse del mundo digital, sino reconectarse con lo esencial, con el propósito de crecer como individuos y como sociedad.